En la Península tenemos un gran grupo de post-hardcore, desde un tiempo a esta parte casi patrimonial: Berri Txarrak. Pero un grupo sólo no suele servir para crear escuela, para animar a los artistas a crear empleando recursos importados y novedosos, sino para complementar otras escenas, principalmente como pieza de museo. Siempre me compadecí de la soledad de los navarros, que en última instancia lo era de todos nosotros, ¡quién sabe cuánto habré clamado por un grupo como el que ahora os presento!

De la Cuna a la Tumba es un grupo radicado en Sevilla compuesto por músicos experimentados, todos ellos procedentes de otras formaciones notables, y tanto en la composición como en la ejecución se aprecian claramente sus muchas tablas.

Sin duda, la presencia de Kantz (cantante de los geniales Tenpel) eclipsará al resto de miembros (todos ellos también parte de otras formaciones), pero todos y cada uno representan el papel que se les exige con sobrada holgura.

Para saber qué se les exige, pongámonos en contexto. En gran medida, el post-hardcore siempre me ha parecido otra cara de la misma moneda, cara necesaria aunque dolorosa, del hardcore más político o incluso el Oi!. “Hardcore”, post- o no, debería ser siempre sinónimo de crítica. El post-hardcore es un género que da cuenta de una realidad social, pero no se debe esperar de su crítica argumentar sobre la lógica, sino sobre los sentimientos. En particular, este volumen (disco que se dijera nacido de la brisa y el fuego), carga contra el culto a las apariencias, la ignorancia, el dolor inevitable causado por las circunstancias que se nos imponen, y tantas otras cosas. Porque las letras son más evocadoras que concretas, y seguramente a cada uno de nosotros le hablarán de tantas otras experiencias personales. Su herramienta principal para hacer llegar el mensaje es, durante la mayor parte del disco, un sólo sentimiento: la rabia, canalizada a través de artificios técnicos.

En general, la puesta en escena sónica del grupo me ha recordado las soluciones prestadas por un grupo inmenso, tan épico como polémico: Thrice.

Consiguen aportar siempre una nota diferencial con el resto del género

La calidad de la voz y la variedad de registros, así como el recurso a lo experimental en texturas y armonías, recuerdan muchas veces al ámbito que los californianos cubrían en su etapa más melódica. Sin embargo, su furia, su ideología y su combatividad me recuerdan en muchas ocasiones a la escuela neoyorquina: Brand New o, especialmente, Thursday, etc. En otros casos, el grupo emplea también soluciones que tienen más que ver con la (hoy casi olvidada) escena británica, especialmente al lado más pop, más condensado de los primeros Reuben. Y a pesar de que las similitudes con otros grupos son notables, consiguen aportar siempre una nota diferencial con el resto del género. En muchos casos, la responsable es la guitarra de Jaime y su acompañamiento, casi impertinente, laberíntico, tan fluido. Otras, quizá la mayoría, la voz inefable de Kantz, que entre el torbellino y la fuerza que la sección instrumental desata consigue mantener ese flotante equilibrio, causante al mismo tiempo de gloria y de desconcierto.

El disco brilla principalmente en sus dos primeras canciones, 'Los Callados' y 'Catalizador'. En ellas suenan todos los elementos que serán desarrollados a lo largo del disco. Dos bombas de considerable poder destructivo que sin embargo consigue siempre moverse en el delicado equilibrio cultivado por este grupo, que nunca cae en los excesos a los que el género es especialmente propicio: el abismo de caos y desesperación es una presencia continua, casi una invitación, pero las otras influencias que empapan el álbum, influencias de un post-metal más mesurado e intelectual, evitan la locura que muchas veces sobreviene del enfrentamiento con tales abismos. ¿Acaso no sería un gozo ver al grupo detonar en directo tan complejos artefactos?

Una vena hardcore más dura se hace hueco en 'Huesos', un memento mori inmisericorde que condena sin ambages tantas actitudes y normas que desatan nuestra furia día a día.

El caos, desatado con esta tercera caja de Pandora, continúa con 'De Bruma', un número que además de furioso, es técnico y vertiginoso. La base rítmica repetitiva, que terminará por romperse, sirve de lienzo a Kantz para dibujar un tropezón a través de un bosque en llamas que nos conduce un paso más cerca a los abismos de los que antes hablaba. 'Por muy lejos que intentemos ir' es una narración sobre base musical que, si bien en su serenidad nos evita dar el paso necesario para precipitarnos, nos mantiene con la mirada fija hacia la oscuridad. Por fin, 'Modo Vuelo' consigue aligerar el espíritu con bellas armonías e intrincados riffs que muestran, entre quiebros, que la determinación y la pasión son también sentimientos que el grupo conoce bien.

Cierra el disco una singular suite de dos temas 'El sin sueño' ('La huída' y 'Redención'), que mejor dejaré que cada cual descubra, desde su solemne principio hasta su inquietante final, y que es el adorno final para un álbum magistralmente estructurado.

Unos músicos que todo amante de estos géneros debería seguir de cerca desde hoy

Debo reiterar la sorpresa que me causa encontrar un disco de post-hardcore/metal de hoy en día que consigue importar elementos experimentales del rock progresivo y el metal sin caer en los vacuos excesos en los que se adentran, por ejemplo, Dance Gavin Dance. Ahora bien, también es posible desde mi posición sacarle algún defecto a este álbum que, por lo demás, recomiendo encarecidamente escuchar a cualquiera: sobre todo, la atención y estado de ánimo que demanda para ser disfrutado. Porque sé que en otras etapas de mi vida, en las que este género era el plato principal de mi alimentación artística, habría disfrutado del disco más de lo que lo puedo hacer hoy.

En suma, un disco notable de unos músicos que todo amante de estos géneros, relativamente nuevos y tan poco cultivados por nuestras latitudes, debería seguir de cerca desde hoy. No me cabe duda de que el futuro le reserva a este particular supergrupo un papel destacado en la música de culto de nuestro territorio, y que la complejidad y delicadeza de sus composiciones irá en aumento.

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