Disco

Hilary Woods - 'Birthmarks'

(Sacred Bones, 2020)

Publicado por Carlos Rodríguez - Hace 4 años
Hilary Woods - 'Birthmarks'

En tiempos oscuros puede que no sea muy prudente escuchar música oscura. ¿O puede que sí? EL segundo trabajo de Hilary Woods no hace amigos por el camino. Su escucha, sobre todo en la segunda manga, es difícil, caótica. Lo mejor de Birtmarks sale de la boca de esta irlandesa, de la que no esperes que te recite un cuento con un final feliz.

Tongues of Wild Board hará oscurecer tu día con una dosis extra de niebla pulverizada con alquitrán. Woods se apoya en arreglos de chelo y xilofón que bailen en la opaca luz que marca la sección de ritmo. El escaso brillo de la canción reside en la propia voz de la artista británica, que relata un cuento de terror con melodías preciosistas e insinuantes.

La guitarra y el chelo marcan la pauta de Orange Tree. El bucle de la guitarra eléctrica es de una belleza incuestionable y es el tesoro de este corte. Un tema hiriente no apto para escuchar en un día de lluvia... si eres una persona normal. Si eres de los otros, de los anómalos, es perfecto para cualquier situación. Posiblemente sea el mejor tema de este Bithmarks.

Es un canto al ocaso de todo lo que tenga una naturaleza vital

Thought the Dark, Love sigue el discurso aniquilado por el minimalismo de la propuesta. Woods se adentra en la senda de artistas como Grouper (muy recomendable aquel maravilloso Ruins de 2014). También puede evocar a la banda sonora de la excelente película La muerte de Jesse James por el cobarde Robert Foord, parida por Johnny Greenwood (Radiohead).

Aún más escueta en cuanto a instrumentalización es Lay Bare. Pieza de poco más de tres minutos en los que la irlandesa tararea a la oscuridad mecida por la sección de cuerda que le acompaña.

La primera mitad es elegante mientras que, cuando la voz de la compositora se apaga, el disco lo nota para mal

Mud and Stones ahonda en el tantra que la excomponente de JJ72 impone en su segundo LP. El ritmo marcial del bajo es el único elemento desprovisto de divergencias y extravagancias. Uno de los cortes más experimentales del disco y, aunque es interesante, se trata del génesis del bajón que aminora el potencial de este Birthmarks.

Sin apenas distancia, ni en el tiempo ni en el parentesco, comienza The Mouth. Las cuatro cuerdas y el bombo vuelven a ser la guía de las frases de Woods. Mientras, un compendio de sonidos avant-garde y noise catapultan al oyente a lo más profundo, ya sea del alma, del mundo, o de donde determine el que escucha.

Cleansing Ritual continúa con la saga de una trilogía marcada por el minimalismo en lo que a estructura se refiere. Más acoples, esta vez encabezados por lo que parece un instrumento de viento, hormiguean por la amalgama de esta pista, la más experimental de todas.

Culmina el disco con There Is No Moon, una suerte de balada, incluso canción de cuna, muy al Woods-style, es decir, con tintes macabros y sonoridad disidente. La voz de Woods está más presente en este epitafio... y es de agradecer.

El segundo LP de Hilary Woods es audaz, pero puede que esta valentía sea su principal cepo. La primera mitad del álbum es muy buena, elegante y con estilo, mientras que cuando la voz de la compositora se apaga el disco lo nota para mal. Birthmarks es un canto a la muerte en vida, al ocaso de todo lo que tenga una naturaleza vital. Este sentimiento marca un disco que, sirva como anécdota, Woods grabó en avanzado estado de gestación y que no supone un hito o algo parecido, pero es una continuación más que óptima de Colt (2018), su primera entrega discográfica.

Más datos en https://hilarywoodsmusic.bandcamp.com/album/birthmarks