Disco
Mott: 'Get a Life'
(Autoeditado, 2017)
Los noventa vuelven a estar de moda, para bien o para mal. Para mal... la última reseña del que aquí firma. Mal disco, ñoña propuesta... un tufo en toda regla. Pero no todo el monte está lleno de estiércol. Y no hay que irse muy lejos para encontrar orégano, del bueno, del seco. Hoy nos vamos a Murcia para descubrir al trío Mott.
Su segundo elepé se llama Get a life y comienza con una grata carta de presentación: Broke, un pildorazo rock´n roll psicodélico y machacante. Recuerdan a unos 13 th Floor Elevator con el DS-2 a todo trapo. ¿Un disco deudor de los noventa? Mucho cuidado con las generalidades y las sentencias fáciles.
Hate/love dista mucho, en espíritu y envase, de la mítica película La noche del cazador que hizo famoso el citado slogan perpetrado en los nudillos de Robert Mitchum. Tampoco tiene que ver con 'Love hate love', el temazo de los Alice In Chains. Pero tiene vida propia. El trío apuesta por licuar a los primerizos Placebo con Mudhoney, aunque con una voz más extraterrestre que se decanta definitivamente por el garage.
Bones es otra cosa. Me refiero a que podría ser un tema del Tom Waits de principios de los ochenta, o una versión cañera de Mississippi John Hurt. Revisitar y reinterpretar parecen las premisas de la banda. Esqueleto rock y una gabardina grunge. ¿Me entiendes?
Miss California sigue con las premisas de sus hermanas anteriores. La canción rezuma pop en un brillante estribillo vocal. Todo, por supuesto, a toda pastilla. Corto, intenso y agradable para el paladar.
World tiene un comienzo elegante. Bueno, de esa elegancia que destila un esmoquin con la pajarita maltrecha, herida de muerte, doblada y decolorada. Una buena pieza, aunque se echa de menos un poco más de alternativa.
La segunda puesta de largo de Mott es buena, una garrafa de barro que huele a Floid
Chesse "Aka Pissoni". Mott cambia a tiempo de registro. Bueno, tan sólo un poco, pero me vale. Aquí los ecos de la banda de Brian Molko vuelven a resurgir en versión Big Muff. Está bien, pero el plástico empieza a arder en el esófago.
Para el ardor es bueno un trago de leche. A mí me funciona. Burn es ése lácteo que calma mi dolencia. Descarado y acertado corte, fresco como una lechuga sumergida en agua con hielo.
Lo mismo le ocurre a Nitro. No sé si es un homenaje a Dexter Holland, pero es la faceta más stoner que ha parido Mott, y de lo mejorcito del plástico.
Overload continúa con la saga de canciones fuzz atiborradas de suciedad y urgencia. La intención es buena, pero la fórmula comienza a fallar en su conjunto, pese a que individualmente el elepé es de lo más resultón.
Reed Lou rememora al homenajeado. Cumple su cometido con nota, mientras Mott continúa con su discurso de batería martilleante y voz reverberada.
La senda garagera, colindante con el punk, abre el camino hacia el final del album. All es más de lo mismo, no aporta nada destacable, y, a estas alturas, se exige un poco más para mantener la atención. Pero tranquilidad, el medicamento está por llegar.
A esto me refería. Clorato suena a Mott, pero más duro. Justo un poco de cafeína cuando las fuerzas comienzan a desaparecer. Es un dato a tener en cuenta. La potencia les favorece, y mucho. De lo mejor del plástico, por no decir que está situado en la cumbre.
Estupendo trabajo al que le sobra un poco de metraje
El telón de Get a life está tejido con hilo nostálgico. A eso suena Shoes, una licencia que también cambia el tercio del resto del disco. Es lo que más he echado de menos. Es necesaria un poco de variedad en un trabajo de trece cortes. La segunda puesta de largo de Mott es buena, una garrafa de barro que huele a Floid. Ya advertí al comienzo de esta humilde crítica que no hay que generalizar demasiado. Se ha vendido como un disco semi-grunge con influencia de Mudhoney... y esa premisa no se sostiene. ¿90´s? Sí. Y 50´s, 70´s y 80´s. Estupendo trabajo al que le sobra un poco de metraje.
Texto: Carlos Rodríguez
Más datos en https://mott2.bandcamp.com/album/get-a-life