Disco
Richard Dawson: 'Peasant'
(Weird World, 2017)
Lleva años intentando abrirse camino en la escena folk británica, pero a su manera. Es extraño, inusual, que un artista reciba la atención que se merece con su quinto álbum, aquel Nothing Important (2014). Y es que el de Newcastle es de esos bichos raros que bucea y estudia la música más tradicional de su país para llevarla más allá, y adaptarla a nuestros días. Peasant es un trabajo más accesible, más bello y menos arriesgado que su predecesor.
Los comienzos del álbum son como uno de esos interludios de los legendarios primeros discos de Sigur Ros, grupo con el que comparte ese amor por los sonidos de su tierra natal. Ogre acapara el optimismo propio de una opípara cena en el bosque con fogata y risas de por medio. Y la voz de Richard Dawson es la maestra de ceremonias. La orquestación, las voces que rezuman humedad junto a la de Dawson, y las planificadas imperfecciones de los instrumentos consiguen que te adentres en un paraje amable, tan necesario en estos tiempos, tan cabrones e inciertos.
Soldier es una caricia antes de dormir. Las entonaciones de Dawson te mecen antes de entregarte a las manos de Morfeo. Guitarras acústicas, violines, bandurrias y la leve percusión relajan al oyente. Es cierto que rezuma una suerte de desafinación, pero es perfecta para las ondas que emite la garganta de Dawson.
Gustará a los que buscan algo distinto en el tan manido y pueril mundillo folk
Peasant no se toma en serio en exceso, lo que juega a su favor. El inicio de Weaver es una muestra de ello. Desorden improvisado que enseguida toma un camino recto e irregular. Es un corte que baja la media de sus predecesores, pero es bueno. Otro aspecto a tener en cuenta: la voz de Dawson es embaucadora en todas sus formas, pero gana enteros en su versión más oscura, al igual que si está sostenida por coros que le sirven de contrapunto.
Prostitute es un viaje en el tiempo. Te podrías encontrar a Robin Hood acechando a ricachones en la rama de un árbol, o a Merlín preparando algún conjuro a fuego lento. Es el corte más experimental, y está colocado en el ecuador del elepé, instalando el siempre recomendable contraste.
Algo parecido, pero más convencional, le ocurre a Shapeshifter, una pieza caprichosa apoyada en los instrumentos de cuerda que bien podría haber sido parida en gran parte en una jam session. Esto lo digo en el buen sentido de la palabra, aunque en este kilómetro el peregrinaje se hace un tanto pesado.
Scientist es lo que Dawson busca, una suerte de disco folk con tintes avant-garde. La instrumentalización es siniestra y evocadora de misterio. Tradición y búsqueda retoman lo mejor de este Peasant.
Uno de los trabajos más originales del año
Hob convierte lo lúgubre en bello. Es música para hadas reflexivas y magias aún por descubrir. Si antes decíamos que el disco es mejor con m´s elementos humanos, voces, susurros y palmas, éste "Hob" es la excepción que confirma la regla. El Dawson trovador encaja a la perfección con los elementos disonantes que flotan en el fondo. Chasquidos y golpes suman modernidad juiciosa a esta propuesta medieval.
La armonía de Beggar es de lo mejor del plástico, aunque la elección del tono con el que Dawson no es la más acertada. Una lástima que no la hubiesen dejado como una pieza casi instrumental.
Masseuse cierra el disco, y los más de diez minutos que dura da para mucho. Dawson pone toda la carne en el asador. Distorsión y tradición de dan la mano en este homenaje que el británico se da a sí mismo. Es la deconstrucción de los sonidos de la Edad Media en Inglaterra para dotarle de elementos actuales.
Peasant es un disco que gustará a los que buscan algo distinto en el tan manido y pueril mundillo folk en el que todo y todos suenan iguales. La mezcla de raíces anglosajonas de hace diez siglos y la investigación son ingredientes suficientes para darle una oportunidad a este notable elepé. Pese a sus escasos momentos aburridos, es una obra de un artista honesto que acaba de crear uno de los trabajos más originales del año.
Texto: Carlos Rodríguez
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