No hay nada como encontrar a una banda denostada, de la que no se espera nada, y ver cómo emerge de entre los muertos. Este es el caso de The Vines, enterrados entre la gloria pasada y los problemas de su líder, Craig Nicholls. Los de Sídney han vuelto, quince años después con su formación original, para parir In Miracle Land, su mejor publicación en lustros.

Hay ciertas cosas que siguen intactas en el universo de The Vines. Hate The Sound continúa la senda de los australianos, siempre en búsqueda de la canción que aúne el punk y el hard-rock con sus adorados The Beatles, tarea de la que no siempre han salido indemnes.

Broken Heart devuelve a Craig Nicholls por los buenos fueros. Si bien llevaba varios años de errante caminar, Nicholls confirma que aún puede llegar a crear melodías hermosas. En cambio el tono de la canción se queda a medias. Ni folk, ni pop. Puede que una versión más intimista hubiese dotado a la canción de más empaque.

Con Leave Me Alone nos encontramos a los The Vines más clásicos: rock nirvanero al más puro estilo Silverchair pre-mainstream. Y la verdad es que funciona, pero sin llegar a la excelencia punk de aquel lejano Highly Evolved (2002).

Más personal es Willow, pese a que la personalidad nunca ha sido uno de los puntos fuertes del cuarteto. Dicho lo cual, el corte es otra búsqueda del rastro de Lennon y compañía, pero The Vines ha logrado con los años que esta búsqueda sea su estandarte.

Si nos olvidamos de las evidencias y de los grupos referencia, hay que señalar que Emerald Ivy es todo un temazo, tres minutos de excelencia, de buen pop, simple, corto, al pie. No hace falta más.

Sky Gazer acumula lo mejor que los de Sídney pueden hacer. Hay buenas melodías, cambios de ritmo que les aleja de sus manidos caminos pretéritos, y pop-rock de altura.

Este trabajo es su mejor disco de los últimos años

Parece que de alternancia va el discurso. Waitin es pop, punk, pero de lo más desacertado del Lp. Slide Away sí se acerca a dar en el blanco pues es una canción agresiva con sonido agresivo. No se queda a medias como su predecesora. Sin duda la más potente de este In Miracle Land.

El gusto de Craig Nicholls por las composiciones más pausadas es más que evidente. Los medios tempos y los instrumentos acústicos se complementan a la perfección en Annie Jane otra pequeña pieza que está en el pódium del disco.

La canción que da nombre al plástico no puede ser mejor para encapsular todo el discurso aquí planteado. Y no puede ser más sesentero, por no nombrar a los de Liverpool otra vez. Estos The Vines son tan pop como rock. Así lo demuestra I Wanna Go Down, otro corte a la gloria de Kurt Cobain al que le sobra simplismo, en el mal sentido de la palabra.

Un álbum para los amantes de las buenas melodías

Gone Wonder. Adiós punkers. Hola soft-rock. El pop, y, si me apuran, ciertos rasgos blues, se alzan con la victoria no sólo en este tema, sino en el disco en general. Y es que el paso de los años ha situado a la banda al margen de “la onda”, por llamarlo de alguna manera. Y les ha sentado bien. Han hecho lo que han querido, sin preocuparles comparaciones y acusaciones de falta de personalidad.

Pero no os engañéis. Estos The Vines manufacturan sus mejores canciones alejados de la distorsión, donde se les ven todas las costuras. Aun así In Miracle Land es buen disco, para los amantes de las buenas melodías, y para aquellos que ya no están en edad de partirse el cuello en un concierto.

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