Disco
Venus en Vancouver: 'Diario de una musa' (EP)
(Paralysis Records, 2015)
Hoy os presentamos a Emilio Abad a la guitarra y voz, Juanfra Felices a la batería, y Lalo Gallardo al bajo. Desde Almería, juntos son Venus en Vancouver y presentan su EP, Diario de una musa, con Paralysis Records.
Se trata de una banda que hunde sus raíces en el Indie Rock y el Rock Alternativo de los 90, aderezando sus texturas sonoras con cierta oscuridad y crudeza del post-punk de los 80. De hecho, cruzan sonidos ligeros con otros más crudos, pasando por picos de energía a estepas de tranquilidad, en un paisaje caracterizado por la melancolía.
- Gran capitán. La batería da la orden de salida, y ritmos lentos se desperezan en ese lío de frases poéticas que finalmente se desencadenan en alaridos contenidos que quieren despertar y respirar. Es una canción que crece a cámara lenta, casi podemos ver sus pétalos abriéndose dolorosamente, dilatándose, llegando al punto álgido, para después retraerse, encogerse y podrirse en un ciclo natural.
- Desaparecer. Las guitarras dominan el arranque más salvaje que se abre paso en esta jungla de sonidos, donde se pasa de la quietud de un amanecer, a la agitación de una carrera a la caza del desayuno. Es música de ataque de persecución, de esconderse. De victima y verdugo. Crea inquietud y excitación a la vez. Su final abrupto es absolutamente desconcertante, como si alguien nos hubiese desenchufado el estéreo.
- El engaño. Resulta verdaderamente hipnótica con su marcada percusión sonando desde el fondo y los arpegios que cantan distraídos hasta revolverse fieros en el estallido final. Comienza con una melodía tan delicada como medida que crece lentamente hasta transformarse en un monstruo, una super nova que atrae toda la materia a su alrededor, todo el sonido. Se lleva hasta el aire que respiras, y te deja sin aliento, para irse como vino, de puntillas.
- Soy el rey. En un tono absolutamente sórdido de auténtica ultratumba, se desenvuelve esta pieza que canta un amor de alcantarilla. Se vuelve más rock macarra del de siempre, se entrega a las gafas de sol y los cigarrillos, tabaco de escenario, de otra época, pero que siempre se mantiene vigente. Tiene algo que recuerda a Bunbury.
- Flor del desierto. Empieza con un toque muy sexy, suena a bar de carretera, a 'Abierto hasta el amanecer' o a 'True blood'. Suena a amores que se comen, a amores que se autodestruyen, y para demostrarlo, la canción termina girando hacia una profunda melancolía. Una condena de amor a la que se resignan, pues el dolor de algún modo se ha vuelto adictivo, necesario. La prueba de que que la clave de todo siempre termina siendo el equilibrio.
Un trabajo inquietante, que absorbe al oyente como una esponja caída en una bañera. Te empapa primero, hasta que finalmente te ahoga, y te hunde hasta lo más hondo del abismo. Su atmósfera tétrica tiene algo de morboso, algo de querer abrazar esa oscuridad, de querer perdernos en esa voz, en esos sonidos que giran maliciosos, y quedarnos dentro de sus canciones a esperar el final. Es música que te traga, que te devora lentamente en una especie de dulce harakiri. Y nosotros morimos por la causa.
Texto: Maite Abascal
Más datos en https://venusenvancouver.bandcamp.com/releases